lunes, 8 de noviembre de 2010

TEMA5. Las A F cooperativas. Una propuesta para la formación en valores

Hacia una definición de las actividades cooperativas

a la hora de determinar qué es realmente un juego
cooperativo se genera una cierta confusión.

La mayoría de los autores distinguen, explícita o implícitamente,
entre juego cooperativo, donde no existen acciones
opuestas entre los participantes, y juego competitivo,
en el cual se establecen unas relaciones de oposición
entre los jugadores, con independencia de que también
existan relaciones de cooperación entre los miembros de
un mismo equipo. Desde este punto de vista, distinguiríamos
únicamente dos tipos de juegos: competitivos y cooperativos.


Así, es posible aunar todas las miradas
y agruparlas en una clasificación que abarque la totalidad
de las actividades en función de dos variables:

a) La interrelación en las acciones de los participantes.
b) La compatibilidad o incompatibilidad de metas.

En este sentido, encontramos actividades donde no existen
interrelaciones entre las acciones de los participantes y
otras donde sí. En el primer caso hablaríamos de actividades
individuales y en el segundo de actividades colectivas.

Las actividades individuales suponen acciones orientadas
a la realización de una meta u objetivo por parte de una
única persona, que no interfieren las de los demás, con independencia
de que varias personas realicen la misma actividad
en un mismo espacio y al mismo tiempo. Así, una
profesora de educación física proponer hacer a sus alumnos
comprobar quién es capaz de cruzar el gimnasio sin
pisar fuera de unos aros dispuestos en el suelo. Los alumnos
no necesitan cooperar entre sí para superar el reto
propuesto, pero tampoco tienen lugar acciones de oposición.
El hecho de que una persona logre el objetivo del juego
no implica el que otras lo hagan, pero tampoco el que no
lo hagan.

Las actividades colectivas implican, como ya hemos dicho,
una interrelación en las acciones de los participantes y,
entre ellas distinguiríamos:

a) Actividades competitivas. Son actividades donde existen
relaciones de oposición entre las acciones de los
participantes y además hay incompatibilidad de meta;
dicho de otro modo, el hecho de que una persona
alcance el objetivo de la actividad implica, necesariamente,
que al menos otra no pueda hacerlo. Expresado
en un lenguaje más coloquial, actividades
competitivas serían aquéllas en las que existen uno
o varios ganadores y uno o varios perdedores. En este
apartado también se incluyen actividades que pueden
finalizar en empate siempre que su objetivo no
sea precisamente el empatar.

El tipo de oposición que se establece entre las acciones
de los participantes puede ser activa o pasi
va. Hablamos de oposición activa o directa cuando
las acciones de una persona o de un grupo repercuten
en las acciones de la persona o grupo opuesto. Un
partido de tenis, una lucha o cualquier deporte colectivo
son buenos ejemplos de actividades competitivas
de oposición directa.

Oposición pasiva o indirecta es la que se produce
cuando las acciones de una persona o grupo no afectan
a las acciones de la persona o grupos opuestos,
pero sí existe una incompatibilidad de meta.
Imaginemos una carrera de 100 metros planos, no
hay interferencia entre las acciones de los corredores
pero el hecho de que alguien gane la carrera implica
que el resto no pueda hacerlo. Hay un ganador y,
necesariamente, uno o varios perdedores.

Las actividades competitivas de oposición indirecta
pueden ser de desarrollo simultáneo, como el ejemplo
expuesto anteriormente, o consecutivo: una partida
de boliche o un ejercicio de gimnasia rítmica.


Dentro de las actividades competitivas pueden establecerse
relaciones de colaboración entre las personas
de un mismo grupo para tratar de superar a
otro.

La mayoría de los autores hablan de relaciones
de cooperación/oposición, pero desde nuestro punto
de vista el término cooperación sólo puede aplicarse
a aquellas situaciones que implican superar un
reto externo al total de los y las participantes en una
determinada actividad y no a la superación de otra
persona o grupo de personas. De ahí que prefiramos
hablar de relaciones de colaboración/oposición para
hacer referencia a actividades donde varias personas
colaboran entre sí, oponiéndose a otras, con el fin de
alcanzar una meta incompatible para todas. Los deportes
colectivos de oposición: futbol, basquetbol,
balónmano, voleibol, etcétera, son un buen ejemplo
de este tipo de actividades.


b) Actividades no competitivas. Son actividades donde
hay interrelación entre las acciones de los participantes
pero no existe incompatibilidad de meta, es
decir, el hecho de que una persona alcance el objetivo
de la actividad no supone que otras no puedan
hacerlo, es más, va a suponer que el resto lo logre
también. En otras palabras, las actividades no competitivas
serían aquéllas en las que existen sólo ganadores
o perdedores (todos ganan o todos pierden), o
bien en las que no existen ni ganadores ni perdedores
(nadie gana y nadie pierde).

Centrándonos en las actividades no competitivas y atendiendo
al tipo de interrelaciones que se establecen entre las
acciones de los y las participantes, distinguimos dos grupos:

b.1) Actividades no competitivas con oposición. Son actividades
no competitivas en las que, como su propio
nombre indica, existe una oposición entre las acciones
de los participantes.

Esta oposición puede ser
activa o pasiva.

Es activa cuando los participantes
persiguen distintos objetivos y las acciones de los
unos se oponen a las de otros; un claro ejemplo lo
tenemos en los juegos de persecución como la roña,
donde un jugador persigue al resto hasta que logra
tocar a alguno, en ese momento, ambos jugadores
intercambian sus papeles y el juego continúa.

La
oposición es pasiva cuando los participantes presentan
acciones diferentes, pero éstas no se interfieren;
por ejemplo, los juegos tradicionales de saltar la
cuerda.

b.1.1) Actividades con oposición y cambio de rol. Son actividades
no competitivas en las que existe una oposición
entre las acciones de los participantes y un
cambio de papeles de éstos durante el transcurso
de la actividad. Es interesante destacar que en las
actividades colectivas de cambio de rol no existen
nunca ni ganadores ni perdedores, sino que se produce
un cambio de papeles a lo largo del juego;
dicho de otro modo, la meta de la actividad no es
la misma para todos los participantes sino que
depende del rol que desempeñan en cada momento,
con lo que, al contrario que en las actividades
competitivas, no podemos hablar de una meta única
incompatible para todos. El cambio de papeles
es siempre motivado por circunstancias del propio
juego, bien por la intervención de otros participantes
con un papel distinto, oposición activa, bien por
un fallo sin intervención ajena, oposición pasiva.

Atendiendo a si este cambio de papeles es temporal o
definitivo distinguimos dos subgrupos dentro de las actividades
de cambio de rol:

• Actividades de cambio reversible. Son aquellas en las que
una persona puede pasar, a lo largo de la actividad,
varias veces por el mismo papel. En el caso de juegos,
éstos suelen finalizar cuando lo deciden, de mutuo
acuerdo, los propios jugadores. Un ejemplo de este
tipo de actividades lo tenemos en el ya mencionado
juego de la roña. Otro ejemplo lo encontramos
en danzas-juego como el baile de la escoba donde
quien no encuentra pareja al cesar la música debe
tomar una escoba como compañera de baile, repitiéndose
el proceso una y otra vez.

• Actividades de cambio irreversible. En las que la actividad
finaliza cuando todos los participantes adoptan
un determinado papel. No se puede, por tanto, pasar
de un papel a otro más que una sola vez. Un ejemplo
de este tipo de actividades lo tenemos en juegos
como la araña, donde un jugador se sitúa en el espacio
comprendido entre dos líneas marcadas en el
suelo y el resto de los participantes van de una línea
a la otra tratando de no ser tocados por el del centro.
Todo jugador tocado se toma de la mano del que
ocupa el centro de manera que se va formando una
cadena que crece a medida que son atrapados más
y más jugadores. El juego finaliza cuando todos los
participantes forman parte de la cadena.

b.1.2) Actividades con oposición y sin cambio de rol. Son
actividades no competitivas en las que existe
oposición y en las que los participantes no intercambian
sus papeles en función de circunstancias
derivadas de la propia actividad. Podemos encontrar
varios tipos:
• De penitencia. Actividades jugadas donde la persona
que falla o bien la persona que le correspondió
en suerte, debe cumplir un castigo para
seguir en el juego. El castigo suele consistir en
realizar una prueba de valor, por ejemplo: dar un
beso a un jugador del sexo opuesto, o en quitarse
una prenda. Hay que destacar que el castigo
forma parte del juego y los participantes buscan
evitarlo, pero en ningún caso se convierte
en un elemento para excluirlos de la actividad,
de hecho es bastante frecuente que el castigo
sea negociado entre el que lo sufre y el grupo
que lo impone o, en el caso de desprenderse
de prendas, éstas sean recuperadas por sus respectivos
dueños al finalizar la actividad.

• De objetivo no cuantificable. Actividades con oposición
donde el objetivo no está claramente definido,
de tal forma que no puede ser evaluado
por criterios rígidos. Un ejemplo muy claro lo encontramos
en una pelea de almohadas. El objetivo
parece ser golpear con la almohada al otro
jugador o jugadores y evitar ser golpeado por
ellos, pero el hecho de golpear a alguien o de
ser golpeado por alguien no implica eliminación
o puntuación alguna, etcétera. La diversión está
por encima de cualquier otra cosa.

b.2) Actividades cooperativas. Son actividades colectivas
no competitivas en las que no existe oposición entre
las acciones de los participantes sino que todos
buscan un objetivo común, con independencia de
que desempeñen el mismo papel o papeles complementarios.
Dentro de las actividades colectivas
cooperativas distinguimos dos tipos:

b.2.1) Con objetivo cuantificable. El objetivo, idéntico para
todos los participantes, está perfectamente definido
y se puede comprobar si se cumple o no. En
este tipo de actividades todos ganan o todos pierden,
en función de si el grupo alcanza o no el objetivo
propuesto. Dentro de este grupo, diferenciamos
estos dos subgrupos:

• Con puntuación. Actividades de tanteo colectivo.
El objetivo común es hacer el mayor número
de puntos posible, superando una puntuación
determinada que, a veces, no está definida al comenzar
la actividad, sino que se va definiendo
en función de los puntos obtenidos por el grupo,
de forma que éste considera que gana cuando
supera su propio récord.

• Sin puntuación. Actividades en las que el objetivo
que hay que superar no es el de alcanzar
una puntuación determinada, sino que suele
tratarse de una prueba que debe superar el
grupo.

b.2.2) Con objetivo no cuantificable. Actividades en las
que el objetivo no puede ser evaluado por criterios
rígidos. Ni puede determinarse si se ha cumplido
o no. No existen, por tanto, ni ganadores ni
perdedores. El papel de todos los jugadores puede
ser el mismo o diferenciarse varios papeles. En
este último caso pueden existir cambios de rol a
lo largo de la actividad pero, a diferencia de los
que se producían en las actividades de cambio de
rol propiamente dichas, en las actividades cooperativas
de objetivo no cuantificable estos cambios
vienen determinados por los propios participantes
y no por circunstancias del juego. Otra diferencia
significativa es que en las actividades de este
tipo no existe preferencia por parte de los participantes
del tipo de papel que van a desarrollar,
mientras que en las actividades de cambio de rol
propiamente dichas, los participantes prefieren un
determinado papel (perseguir a ser perseguido,
saltar a hacer girar la cuerda, etcétera).

Dentro de las actividades cooperativas de objetivo no
cuantificable pueden distinguirse tantos subgrupos como
tipos de objetivo consideremos. Señalaremos, a modo de
ejemplo, los siguientes:

• De imitación. Uno o varios participantes imitan a otro
u otros. El objetivo suele ser hacerlo lo más fielmente
posible. Un ejemplo lo encontramos en el tradicional
juego de seguir al rey, donde un grupo de
personas reproducen con la mayor fidelidad posible
todos los movimientos que realiza otra.

• De vértigo. Uno o varios participantes, con ayuda de
otro u otros, tratan de experimentar una sensación
especial mediante el juego. El molinillo, donde dos
personas tomadas de las manos giran tan rápido
como pueden, es un juego tradicional que nos sirve
de ejemplo.

• De mantener un objeto en movimiento. El objetivo es
que un móvil no se detenga. La mayor parte de las
actividades cooperativas con puntuación podrían
incluirse aquí cuando precisamente falte el tanteo; en
este caso, los participantes no se preocupan por hacer
el mayor número de puntos, sino que lo único que
les interesa es mantener el objeto en movimiento el
mayor tiempo posible o hacerlo tan deprisa como
puedan. Un ejemplo de este tipo de actividades es el
tenis de mesa rotativo, donde los jugadores se colocan
en dos filas y golpean la pelota con su raqueta
antes de pasar a ocupar el último lugar en su fila.

• De reproducción de secuencias rítmicas. Incluimos aquí
las danzas colectivas, todos aquellos juegos tradicionales
de palmas sin eliminados, los de corro y los juegos
cantados. El objetivo es reproducir, tan fielmente
como sea posible, una serie de acciones mientras se
canta una canción o se escucha una melodía.

El siguiente esquema pretende clarificar los principales conceptos desarrollados
anteriormente para facilitar al lector su comprensión.

La clasificación expuesta permite ubicar cualquier actividad
en función de su propia estructura interna, de acuerdo
con las variables consideradas e integrarla en un único apartado,
lo cual supone un gran paso al comprender la lógica
interna de cualquier actividad, individual o colectiva.

Un segundo elemento que conviene destacar de la taxonomía
propuesta es la diferenciación entre oposición y
competición. La oposición hace referencia a un tipo de interrelación
entre las acciones de los y las participantes mientras
que la competición implica una incompatibilidad de
meta entre los mismos. Todas las actividades competitivas
implican relaciones de oposición, pero la existencia de oposición
no siempre supone competición.

Atendiendo a su estructura interna, es decir, sólo en función
de la propia actividad, de su reglamentación, queda
perfectamente definida una actividad cooperativa como
aquélla donde existe compatibilidad de meta para todos
los participantes y donde, desarrollando el mismo papel o
papeles distintos, no hay oposición entre las acciones de
los mismos.



Hacia una comprensión de las situaciones paradójicas en la práctica

Es cierto que, en ciertas ocasiones, se dan en la práctica una
serie de situaciones que no responden a la estructura interna
de la actividad, conductas competitivas en juegos
cooperativos y viceversa. Así, es necesario distinguir clara-
mente entre estructura que, como ya hemos mencionado
anteriormente, se correspondería a lo que la actividad es
en sí misma, en cuanto a su reglamentación, considerada
asépticamente, y situación, que sería el contexto en el que
se desarrolla esa actividad, lo externo a ella, jugadores, experiencias
previas de los mismos, espacio, materiales, tiempos,
entre otros.

De este modo, una misma actividad puede generar dos
situaciones de juego distintas dependiendo, por ejemplo, de
los jugadores o incluso de su estado de ánimo en un determinado
momento. En este sentido, hablaríamos de actividades
paradójicas para hacer referencia a aquellas en las que la situación
práctica no coincide con su estructura interna, lo cual
puede suceder tanto con actividades de estructura competitiva
como de estructura cooperativa. Algunos ejemplos:

• Actividades competitivas sin competición. Incluiríamos
aquí las actividades con estructura competitiva,
en las que están presentes todos los elementos
de la competición, pero en las que ésta no existe o
queda diluida por la propia actividad. El ejemplo
aclarará la definición: supongamos que un grupo de
amigos se juntan en dos equipos y comienzan a jugar
un “partidillo” de basquetbol en una sola canasta.
Al cabo de un rato nadie sabe cuál es el tanteo, al fin
y al cabo no les parece importante dado que están
disfrutando con el juego. El partido finaliza, teóricamente
un equipo ha ganado y otro ha perdido, pero
ni los propios jugadores saben quién ha sido. Otro
ejemplo de este tipo es el juego tradicional de “piedra,
papel o tijeras”, donde dos jugadores reproducen,
una y otra vez, la secuencia del juego sin que
medie puntuación alguna. Hay que destacar que, a
diferencia de las actividades no competitivas de
objetivo no cuantificable, a las que antes hemos
hecho mención, en las competitivas sin competición
el objetivo de la actividad está perfectamente definido,
es decir, si se quisiera se podría determinar
quién gana y quién pierde, sin embargo, y aquí está
la paradoja, los participantes eluden hacerlo ya que
para ellos lo importante es la actividad en sí misma
y no el resultado.

• Actividades competitivas modificadas. Son actividades
con ganadores y perdedores, pero en las que se han
introducido una o varias reglas para favorecer a aquellos
que van perdiendo en un determinado momento
del juego o para promover la participación de las
personas con mayores problemas respecto a las exigencias
que plantea la actividad motriz. Nuevamente
un ejemplo aclarará mejor lo que decimos: imaginemos
un partido de basquetbol donde se introduzca
una modificación en el sistema de puntuación, las
canastas valen dos puntos si las marca el equipo que
va perdiendo y uno si las marca el que va ganando.
Este tipo de actividades rara vez se encuentran en la
práctica espontánea y responden habitualmente a
intervenciones educativas orientadas a desvincular
el resultado de la propia actividad.

• Actividades competitivas de posibilidad remota. Son
actividades donde la competición existe, pero en
las que las posibilidades de que alguno de los participantes
consiga la victoria son prácticamente
nulas. Imaginemos una cancha de voleibol con seis
jugadores a cada lado de la red. Los de un lado son
reyes y los del otro son vasallos. Un jugador inicia el
juego lanzando un balón hacia el otro equipo con
el objetivo de que, pasando por encima de la red,
bote en el campo contrario. Si eso sucede, el jugador
obtiene el título de rey aunque sigue jugando
en su campo; en caso contrario, el jugador del otro
equipo que logró atrapar la pelota, impidiendo que
botara en su campo, la lanza por encima de la red
hacia el otro lado con el objetivo ya descrito. Esta
fase del juego finaliza cuando seis personas, independientemente
de su equipo de origen, obtienen
el título de rey; entonces, los seis se colocan en el campo
de los reyes y el resto pasa al campo de los vasallos.
Un equipo ganará cuando seis reyes consigan
renovar su título de forma consecutiva. El análisis
de esta actividad nos muestra cómo las posibilidades
de que las mismas seis personas consigan
repetir en su campo son reducidas aunque, en principio,
no imposibles. Al igual que en el caso anterior,
este tipo de actividades suelen ser planificadas por
los docentes en contextos educativos para promover
una práctica más racional de las actividades competitivas.

• Actividades cooperativas sin cooperación. Son actividades
de estructura cooperativa donde se dan
situaciones de oposición o de desarrollo individual.
Imaginemos un juego en el cual delimitamos un
espacio amplio y lo llenamos de objetos de desecho
variados: latas, vasitos de yogurt, botes de suavizante,
botellas de leche... Hacemos saber a los participantes
que es un lago contaminado que deben
limpiar. Como está tan contaminado, nadie puede
pisarlo por lo que para sacar los objetos depositados
en él utilizarán balones que deberán lanzar desde
las orillas. El objetivo del grupo es limpiar el lago
en un tiempo determinado. Esta actividad de estructura
cooperativa puede generar una situación cooperativa
en la que todos colaboren para limpiar el
lago en el menor tiempo posible, pasándose los balones
e incluso repartiendo tareas en función de la
habilidad de cada uno, pero podrían generarse situaciones
en que los jugadores lucharan entre ellos
por tener un balón o, llevado al extremo, podría suceder
que dos jugadores se encargaran de hacer
todo el trabajo y el resto permaneciera cruzado de
brazos.

• Actividades de estructura compartida. Son actividades
que estructuralmente pueden ser, al mismo
tiempo, competitivas y cooperativas. Un ejemplo:
imaginemos un grupo de 11 personas cada una de
las cuales está sobre en una silla y tiene una cartulina
con una letra escrita en ella. A todas ellas les decimos:
“van a tratar de formar palabras, pero no pueden
tocar el suelo. El objetivo es estar en el grupo
que forme la palabra más larga”. Imaginemos que
las letras que tienen son las siguientes: c, n, o, o, i, c,
o, p, r, a, e. Tal vez formen la palabra “operación”, y
todas esas personas ganen, mientras que dos personas,
con las letras o y c, pierdan. En este caso, la
actividad es competitiva. Sin embargo puede resultar
que el grupo forme la palabra “cooperación”, de
forma que todos cumplan el objetivo previsto; nadie,
por tanto, pierde. En este caso, la actividad es
cooperativa. Para que una actividad tenga estructura
compartida se deben dar dos condiciones: a)
que las personas o grupos desarrollan la misma actividad,
al mismo tiempo y compartiendo el mismo
espacio físico, y b) que las personas o grupos no disponen
de los recursos necesarios para alcanzar el
objetivo propuesto, ya sean recursos materiales,
personales, de información, etcétera. Ante esta situación
se puede optar por compartir recursos con los
demás o por competir por dichos recursos.

Transformando actividades
competitivas en cooperativas
desde la práctica
Si nuestro objetivo en el caso de las actividades de estructura
cooperativa es hacer coincidir dicha estructura con situaciones
cooperativas, en el caso de actividades con estructura
competitiva el planteamiento es conseguir que estructura y
situación no coincidan; es decir, que estructuras competitivas
generen, en lo posible, situaciones no competitivas en
las que la actividad esté por encima del resultado, en otras
palabras, donde lo importante sea realmente participar.
Ya hemos visto que las experiencias previas juegan un
papel fundamental al determinar la situación de una actividad,
ya sea ésta competitiva o no competitiva. Habitualmente,
las experiencias previas de nuestros alumnos son
competitivas. Desde nuestro punto de vista, el objetivo que
nos planteemos no debe ser eliminar la competición sino,
por una parte, generar alternativas a esa competición mediante
la presentación y la práctica de nuevas actividades
con estructura cooperativa y, por otra, racionalizar los procesos
competitivos con el fin de primar la actividad física y lo
que ella significa: medio de relación interpersonal, ocupación
saludable del tiempo de ocio..., por encima del resultado.
En este sentido, podemos favorecer estos dos objetivos:
• Promoviendo la participación. Favoreciendo que
todos los jugadores participen realmente en el juego.
No basta con que ocupen un espacio sino que su
participación sea activa, con independencia de sus
habilidades y destrezas. Algunas propuestas para
conseguirlo son:
– Introducir un mayor número de móviles. Más balones,
por ejemplo, significa una mayor posibilidad
de que las personas con menor capacidad puedan
tocarlos y no sólo, como sucede en algunos
casos, verlos pasar.
– Reducir el tamaño de los grupos. Como en el caso
anterior, al disminuir el número de personas aumenta
la posibilidad de participar activamente.
– Aplicar dificultades compensatorias. Se trata de dificultar
la acción de las personas que han anotado.
Un ejemplo: supongamos un partido de basquetbol
en una sola canasta, donde el que anota una
canasta puede seguir jugando, pero sólo puede
botar el balón con su mano no dominante y cuando
anota una segunda canasta se transforma en
estatua, es decir, sigue jugando pero no puede moverse.
El objetivo de cada grupo es conseguir transformar
en estatuas a todos sus componentes.
– Delimitar espacios de actuación para los jugadores.
El terreno de juego se divide en parcelas, cada una
es ocupada por uno o dos jugadores de cada equipo.
La pelota no puede pasar de una parcela a otra
no limítrofe.
– Introducir la regla del “todos tocan”. Para que un tanto
sea válido, todos los jugadores de un equipo deben
haber tocado la pelota, al menos, una vez.
– Variar el sistema de puntuación. Aplicable en juegos
de invasión donde no resulte demasiado difícil
anotar. Imaginemos que proponemos un partido
de basquetbol donde la puntuación del equipo
no es la suma de los puntos de los jugadores de
éste, sino de los del jugador del equipo que menos
puntos lleve. Si en un equipo sus jugadores han
anotado 23, 45, 87, 99 y 4 puntos respectivamente,
su puntuación sería 4. Si en el otro equipo sus
jugadores han anotado 8, 6, 8, 6, y 6 puntos respectivamente,
su puntuación sería 6.
• Desvinculando el juego del resultado. No se trata
de eliminar la competición sino de generar reflexiones
orientadas a demostrar que, por encima del resultado,
del hecho de ganar o perder, está la propia
actividad; en otras palabras, que lo que nos divierte
es la actividad por sí misma y no el resultado. Para
ello exponemos las siguientes propuestas:
– Cambio de equipo. Cuando un jugador anota un tanto,
pasa a jugar con el otro equipo. El juego finalizaría
en el improbable caso de que en un equipo
no quedaran jugadores. ¿Quién ha ganado?
– Reducir al mínimo la posibilidad de victoria. Se trata
de variar alguna regla para dificultar el hecho de
que un equipo gane. Por ejemplo, imaginemos un
partido de basquetbol donde un equipo gana si
anota 10 canastas consecutivas. Es posible que
este partido, con equipos mínimamente igualados,
duraría una eternidad.
– Tanteo por azar. Los puntos que un equipo anota
cuando consigue su meta, varían en función de un
elemento de fortuna. Por ejemplo, cuando un equipo
marca un tanto lanza un dado y se anota tantos
puntos como marque el dado.
– Aumentar el número de equipos. Imaginemos un
partido de futbol con cuatro equipos, cada uno
defiende una portería y tiene que marcar un gol
en las otras tres. Los pactos entre los equipos se
realizarán en función de perjudicar en lo posible
al equipo que más se acerca, en cada momento, al
objetivo del juego.
– Jugar a empatar. Volvemos al basquetbol. Imaginemos
un partido donde un equipo parte de 10
puntos y el otro de cero. Cuando un equipo anota
una canasta suma un punto y resta otro punto al
equipo contrario. Ningún equipo puede tener más
de 10 puntos y ninguno menos de cero, con lo que
si el equipo con 10 puntos anotara, su canasta no
sumaría ni restaría nada. El partido finaliza cuando
ambos equipos empatan a cinco. ¿Qué sucede
cuando van seis a cuatro y tiene la pelota el equipo
que lleva cuatro puntos?
– Favorecer al que va perdiendo. Hemos visto algún
ejemplo en el apartado de favorecer la participación
como es el de aplicar dificultades compensatorias,
pero hay otras posibilidades que afectan
al sistema de puntuación. Por ejemplo, los tantos
del equipo que va perdiendo valen dos, mientras
los del equipo que va ganando sólo valen un punto.
No se trata de favorecer inicialmente a un equipo
dándole ventaja, al tiempo que le decimos lo
“malos” que son, sino de que cada equipo puntúe
en función del resultado del juego en cada momento.
• Repartiendo el protagonismo. En la mayor parte
de las actividades con estructura competitiva hay niños
y niñas o adolescentes, que habitualmente son
protagonistas cuando su equipo gana, se ha ganado
gracias a ellos, y otros que lo son cuando su equipo
pierde, se ha perdido por culpa de ellos. Existen, sin
embargo, una serie de actividades competitivas, a las
que he denominado actividades competitivas de interés
pedagógico, que permiten adquirir protagonismo
positivo a personas que habitualmente no lo tienen.
Este tipo de actividades se caracteriza porque las posibilidades
de éxito son limitadas y dependen de la fortuna
o de una estrategia de equipo más que de la
habilidad o destreza de algún jugador particular, de
ahí que sea interesante aplicarlas en determinadas ocasiones
y con determinados grupos de alumnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario